Grito 6

Antonio Saura procede por series. En 1959, en Madrid, Saura comienza y termina, en un espacio de tiempo relativamente corto, una serie de óleos sobre tela que titula «El grito» y que cuenta con una veintena de números. Todas las telas son de gran formato en vertical, tanto de 250 x 200 cm, de 195 x 162 o 130 cm, como de 162 x 130 cm. Saura destruirá poco después la mitad de ellas, numerará las telas restantes y las inscribirá en el Livre de raison.

  • Antonio Saura
  • 1959
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 677
  • 195,5 x 130,5 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Antonio Saura procede por series. En 1959, en Madrid, Saura comienza y termina, en un espacio de tiempo relativamente corto, una serie de óleos sobre tela que titula «El grito» y que cuenta con una veintena de números. Todas las telas son de gran formato en vertical, tanto de 250 x 200 cm, de 195 x 162 o 130 cm, como de 162 x 130 cm. Saura destruirá poco después la mitad de ellas, numerará las telas restantes y las inscribirá en el Livre de raison.

Homogeneidad de la forma: la particularidad de las obras de esta serie es que se distinguen por una construcción formal única en las que los arquetipos del cuerpo humano se articulan sobre los ejes de las dos diagonales de la tela. Figura vertical dividida, se distingue la serie formal más próxima, la de las «Crucifixiones», en que esta última se articula sobre los ejes verticales y horizontales del soporte.

La serie de «El grito» es igualmente destacable por su homogeneidad de estilo. La representación del cuerpo está limitada a las alusiones elementales, casi abstractas, que se organizan de manera que ponen en tensión la imagen representada. Si esta parece el resultado de la acción espontánea y del gesto rápido, la realidad es todo lo contrario. Antes de pintar sobre la tela, Saura crea su sujeto por medio de dibujo a lápiz, a menudo con tinta china y gouache, técnicas que le gusta mezclar en papeles de pequeño formato. De esta forma elabora previamente un gran número de dibujos acabados, no ya bocetos, sino auténticos trabajos preparatorios que deben de ser considerados obras en sí mismos, motivo por el que están firmados y fechados.

Saura trabaja la imagen hasta simplificar y reducir al sujeto a su expresión más simple y fuerte. Ordena a continuación la unión de estos dibujos y otras técnicas mixtas sobre el papel; a veces destruye un buen número y clasifica aquellos que restan según categorías formales. Todas las operaciones están destinadas tanto a asegurar la coherencia de la imagen recientemente creada, como a retrasar el momento ineludible del acto de pintar. En este instante, Saura sabe, exactamente, qué va a realizar, por dónde comenzar, cómo continuar y tomarse tiempo para asegurar su trazo, rápido o lento. Queda una sola cuestión en la que nunca se detendrá de antemano, en la que nunca ha sido capaz de pararse previamente: el momento oportuno para detenerse, para abandonar la tela. Saura hablará de ello desenfadadamente en 1994, con ocasión de una entrevista en la cual abordó de manera sobresaliente la delicada cuestión de la obra acabada y la obra inacabada.

Para todas las obras de esta serie, Saura preparará fondos blancos y ceñirá su paleta estrictamente al uso del negro y el blanco, así como a un registro limitado y siempre idéntico al gris.

¿Por qué El grito? Para Saura el título de una obra no implica siempre y necesariamente su pertenencia a una serie o categoría. No obstante, este es el caso la mayor parte de las veces. Si el título de la obra tiene carácter accesorios, ello no impide que, en este caso concreto, nos interpele y sea necesario interrogarnos sobre su origen y sentido.

Los archivos del artista ofrecen una respuesta a la cuestión del título de esta serie. Saura, en efecto, ha cortado y recortado más de cien veces la reproducción, ya sea de forma integral o en parte, del cuadro de Goya El 3 de mayo de 1808 en Madrid: Los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío. En concreto el personaje central, como un detalle, visto al bies, casi de perfil, la camisa blanca abierta, que dobla y levanta los brazos, con las rodillas flexionadas, enfrenta al pelotón de fusilamiento. La expresión convulsa de su rostro inclinado hacia delante en espera de las balas no ofrece ninguna duda: está gritando. Junto con otras figuras análogas y otras representaciones formales del cuerpo fragmentado, encontramos en numerosas ocasiones este detalle del cuadro de Goya en las carpetas marcadas El grito de Saura.

Bastante antes de que Saura inicie las series «Retrato imaginario de Goya» y «El perro de Goya», el propio Goya habrá servido de pretexto para la representación formal de esta importante serie, más que el propio título.

Olivier Weber-Caflish