Mediante trazos lineales, una rica textura y el dibujo, Borrajo reinterpreta el cubismo de forma sobria, a la vez que se aproxima a la abstracción, presente en el fondo indefinido de la obra.
Mediante trazos lineales, una rica textura y el dibujo, Borrajo reinterpreta el cubismo de forma sobria, a la vez que se aproxima a la abstracción, presente en el fondo indefinido de la obra.
Borrajo evoca Oriente mostrándonos un simple tazón de loza blanca que se apodera del espacio pictórico envuelto en una "geometría lumínica", como la denomina el propio artista, donde la luz se combina en amarillos y tonos claros, completando un fondo atemperado. La planitud del fondo y el grafismo de las líneas que deberían generar espacio contrastan con el volumen del cuenco que, apoderándose de la tercera dimensión se convierte en auténticos protagonistas del cuadro. Mediante trazos lineales, una rica textura y el dibujo, Borrajo reinterpreta el cubismo de forma sobria, a la vez que se aproxima a la abstracción, presente en el fondo indefinido de la obra.