La construcción es la protagonista del cuadro, viéndose reflejada en el agua, con las siluetas de los rascacielos recortadas sobre el fondo. La paleta de colores es muy restringida, basándose en el marrón, con sus diferentes tonalidades, para realizar esta composición. El resultado es un aspecto triste y sombrío propio de una «ciudad gris», y que apenas refleja la fascinación real del artista por los grandes monumentos arquitectónicos de la ciudad.