Como reflejo del ambiente artístico de la época, y de la controversia figuración versus no figuración, surge la producción de Tino Grandío, basada en una imagen de la realidad tendente a la abstracción y al expresionismo, a partir de las características del subgénero: retrato colectivo o de grupo. Los personajes se reducen a una suma de líneas y ángulos rellenos de color, y se caracterizan someramente por sus atributos. Así, la mujer aparece acompañada de un barreño, el guardia de un fusil y la vaca destaca por el tamaño de su cornamenta. Las figuras se recortan sobre un fondo a base de campos de color que diferencian tres planos diferentes, en los que encuadra a cada uno de los representados. La mujer, en primer plano, adopta el matiz más claro, el animal un gris más marcado y el hombre, en negro, cierra el fondo con un toque siniestro. A pesar del empleo de este recurso, no evita que el cuadro tienda a la bidimensionalidad. Su factura, trasluce una preocupación por la textura, e incluye un estudio pormenorizado de los diferentes matices de color y el grumo, como fuerza expresiva. Las figuras son muy achaparradas, con el fin, no de crear una copia, sino de evocar sentimientos, mezclando aspectos de la realidad de su tierra y de lo psíquico, en una obra con cierto aire de denuncia.