En este lienzo, representa una instantánea del interior basada en tonos ocres, que remiten a la tradición realista. Las manchas de color, independientes entre sí, son definidas claramente por líneas de contorno, en tonos más oscuros.
En este lienzo, representa una instantánea del interior basada en tonos ocres, que remiten a la tradición realista. Las manchas de color, independientes entre sí, son definidas claramente por líneas de contorno, en tonos más oscuros.
El Café Gijón, célebre en Madrid por sus tertulias literarias y artísticas, es uno de los lugares de la vida cotidiana de Grandío. Allí se encontraba con artistas como Pancho Cossío o Cristino Mallo. El tema, de carácter costumbrista, es una revisitación de las fórmulas del 98, pero despojadas del carácter anecdótico. En este lienzo, representa una instantánea del interior basada en tonos ocres, que remiten a la tradición realista. Las manchas de color, independientes entre sí, son definidas claramente por líneas de contorno, en tonos más oscuros. La composición del cuadro se estructura en dos niveles: el inferior, tratado con colores cálidos y con una figuración más detallada, y el superior, donde trabaja con la omnipresente gama de grises y el blanco luminoso, que atrapa la luz y la convierte en protagonista. Se trata de una composición abigarrada, de espacio reducido y tendente a la planitud, únicamente animado por la tridimensionalidad resultante del fuerte contraste lumínico, tamizado por el color gris. Potencia la vertical mediante las dos columnas, que equilibran el cánon corto de las siluetas, y los volúmenes plásticos redondeados que llenan la zona inferior del lienzo. El dibujo ha desaparecido en favor de la materia aplicada mediante trazo enérgico y empastado.
Esta obra responde a los parámetros propios de la pintura de Grandío en los años sesenta, cuando abandona definitivamente las técnicas pictóricas más tradicionales, para buscar una alternativa de modernidad, recurriendo a fórmulas preexistentes basadas en técnicas expresionistas y de la abstracción. Mediante una pintura basada en la luz y el color, Grandío trata de llevar a cabo un proceso de interiorización de la imagen, que describe ambientes y paisajes, y deja un poso de reflexión en el espectador, en un momento en que la dictadura española trataba de acallar los ecos de vanguardia.