Reinterpretación del paisaje de los alrededores de Tasso, que ya había reproducido en La Encina (1902), un trabajo preparatorio previo para el óleo la Quercia del Tasso (1903). Utilizando recursos formales del paisaje decimonónico, coloca asimétricamente en el primer término un camino que nos introduce en la profundidad del espacio, y se deleita en el diseño de las nubes que colorea tenuemente, trasladando al fondo el motivo principal. Realiza una amplia panorámica, para captar los alrededores de la villa y dar una mayor importancia al desarrollo de la montaña y el cielo. Propone, una vez más, una estilización de las formas. Frente a lo sumario del dibujo de los personajes, apenas perceptibles, se deleita en las formas y volúmenes que crea la naturaleza. Como es habitual en sus dibujos, enfatiza los contornos y sombrea a base de líneas. Frente a la rapidez con la que trabaja en estas obras, resalta la verosimilitud alcanzada y el lirismo que desprenden.