En 1902 Lloréns estuvo pensionado en la Academia Española en Roma, estancia que aprovechó para visitar otras importantes localidades italianas de tradición artística. Una de ellas fue Florencia, la ciudad del Arno. En este pequeño paisaje, Lloréns retrata la ribera de este río, en la región de la Toscana. Emplea, para ello, una técnica veloz, de origen impresionista, basada en el color y la direccionalidad de las pinceladas. Frente a un primer plano, caracterizado por su llanura y horizontalidad, y cerrado por la presencia tímida de una pequeña localidad, se levanta un telón montañoso, que detiene nuestra mirada en la llanura dejándonos como escape visual, únicamente, una pequeña porción de cielo. Los tonos empleados son los terrosos, salpicados por pequeñas extensiones de verde y por las copas oscuras de los árboles. De este modo crea una visión otoñal de un paisaje nítido del centro de Italia.