En este dibujo, Lloréns se centra en la realización de una casa nobiliar, de origen medieval, típica de muchas urbes gallegas. Compositivamente, destaca la verticalidad, potencia por un punto de vista muy bajo, compensada, únicamente por la horizontalidad de elementos como la escalinata o las hileras de ventanas. El edificio protagonista está destacado mediante el color, mientras que el entorno, en blanco y negro, está someramente esbozado, deteniéndose a detallar aquellos elementos que le llaman más la atención. Los volúmenes se resaltan mediante el juego de luces y sombras, más intensas en las zonas que le interesan. Esta obra es un buen ejemplo de la gran maestría de Lloréns para el dibujo arquitectónico, tomado del natural.