Dentro de la tendencia que muestra hacia la representación de la realidad, Lloréns dibuja, con asiduidad, animales. Este hecho, es un ejemplo, tanto de la pervivencia en su pintura del costumbrismo de los países nórdicos, como de la influencia de una Galicia profundamente rural. Basa la imagen en un dibujo sumario, que tridimensionaliza por medio del sombreado. Destaca el trazo, que contornea el animal y cobra volumen mediante unas pequeñas líneas paralelas. La descripción espacial se limita a las sombras que producen las patas del animal en el pavimento. En estos pequeños dibujos, el pintor pone especial cuidado en reproducir todo tipo de detalles que posteriormente le sirvan para aplicar en obras de mayor envergadura donde los animales son los protagonistas de la composición. Continuando con la filosofía del 98, y su afán de proteger y ensalzar la cultura autóctona, el artista se interesa por buscar estas raíces que hacen de un pueblo y su tierra peculiares. El campo, fundamenta esta sociedad de principios de siglo y aunque, Lloréns es un urbanita, la mayor parte de su obra se desarrolla en el medio rural.