El contenido de Palabras Calientes hace honor a su título, al representar Muíño un hombre-monstruo que expulsa fuego por su boca. La composición, realizada a cuatro tintas Carbonell sobre plancha de zinc, está basada en tonos rojizos. Se trata de una obra plana, sin perspectiva ni profundidad, como es habitual en las obras de este artista. La figura es trazada mediante líneas sutiles, que dan como resultado formas geométricas, algo excepcional en su pintura. En su primera época, antes de la crisis que le acecha en 1988, sus obras se caracterizan por acercarse a la figuración con connotaciones mitológicas. Según Ánxeles Penas, la mitología le servía a Muiño como "representacións simbólicas de realidades psíquicas".