El hijo del loco fue realizada en la década de los sesenta, en un momento en que Laxeiro trabaja con múltiples registros, a partir del ánimo de indagar e investigar, las numerosas posibilidades que le ofrece la pintura. Por este motivo, sus obras presentan elementos tanto del cubismo, como de la abstracción, sin dejar nunca de lado la figuración, creada a partir de una pintura gestual, que remite al informalismo, pero con elementos propios y característicos del autor. En estas obras, el artista, expresa sus críticas hacia la sociedad que le ha tocado vivir, reaccionando contra el franquismo, con una pintura cada vez más abstracta donde tienen cabida el sarcasmo, al ironía y la tragedia. En el hijo del loco, apreciamos cierto carácter dramático, acentuado por el tenebrismo que Laxeiro tomó de las Pinturas Negras de Goya, del quien también parece proceder el propio tema a representar, el mundo de los locos. El artista profundiza en la psique de sus personajes, mostrándonos aquí esa mirada perdida del loco, que sostiene con fuerza entre sus manos, un pequeño monigote, al que considera su hijo. Las formas distorsionadas, nos presentan una figura apenas inteligible, con un rostro esperpéntico creado a partir de una pincelada que mancha el lienzo, con un trazo nervioso que llena la superficie de un denso empaste. El negro, invade todo el cuadro delimitando las formas, casi inexistentes, y manchando el resto de colores, intensificando así, ese tenebrismo goyesco antes mencionado.