En esta serigrafía, realizada por Antón Patiño tras su experiencia con el Grupo Atlántica, se observa una cabeza humana cortada sobre una mesa en forma de yunque. Estos dos elementos están realizados mediante una línea negra de contorno, muy gruesa, y con un sombreado gris metalizado. El fondo de la composición, está formado por la aplicación puntillista de manchas marrones, creando una superficie en tensión, sobre las que dibuja, con trazos nerviosos, dos rectángulos en rosa, dispuestos verticalmente. A ambos lados de la composición, crea unas ondas concéntricas, en color verde, que recuerdan a dibujos primitivos y algunas representaciones de los petroglifos, relacionadas con la idea del laberinto. Todos estos elementos pertenecen a la simbología de Patiño, definida por él mismo como "una obsesión expresiva", donde participan distintas imágenes raíz, es decir, lo elemental y lo primigenio en una búsqueda del origen. Forman parte de este mundo iconográfico elementos como petroglifos, el ala de Ícaro, el laberinto, las siluetas, o el rostro, que en esta imagen parece evocar uno de los iconos de la escultura del siglo XX: la Musa dormida de Brancusi.