En este dibujo Seoane conjuga tres tonalidades, el negro de la tinta, el ocre de la acuarela y el blando del fondo, para crear una obra figurativa, de formas redondeadas y perfiles sinuosos. La línea, suave y ondulante, es la gran protagonista. El resultado poco tiene que ver con su obra más personal y vanguardista, adquiriendo un cierto tono de divertimento, del pintor. La imagen tiene una gran teatralidad y recuerda, en parte, a las pinturas simbolistas que, inspirándose en relatos medievales, frecuentemente representaban escenas de amantes en un entorno de jardín y rodeadas de algún elemento clásico, al igual que en este dibujo. La modernidad reside en la combinación de un tema del pasado reciente, revisitado desde una técnica más independiente y actual.