La representación de la mujer será una constante a lo largo de la trayectoria artística de Seoane. La figura femenina aparece una y otra vez en su obra, quizá como un referente simbólico, como si el artista quisiera ver en ellas el prototipo del pueblo gallego. Se trata de mujeres robustas, majestuosas y serenas, que por la emigración de los hombres se hicieron cargo de sus trabajos, logrando sacar adelante una Galicia empobrecida. Para el artista, estas mujeres son la encarnación de la Madre Tierra: "Trátase para min, sempre, dunha especie de Nai galega, outra constante que nos vén desde a prehistoria, a diosa que incorporou Roma ás súas crenzas, a dos cruceiros, as que pintaban Souto e Colmeiro". Estas formas rotundas y potentes, no exentas de cierto hieratismo, recuerdan a las imágenes del Románico. Los grandes planos de colores intensos y sin matices, conforman la figura, y sumergen en el espacio hasta llegar a fundirla con el fondo. La figura, sólida y geométrica, está conformada a base de amplios planos de color que se alternan con líneas negras estructurales que sugieren las formas y enmarcan los volúmenes. El resultado son figuras muy sintéticas, sometidas a un grafismo que simplemente señala algunos de los rasgos más significativos de su físico, como el rostro, las manos, o el pecho. La figura se libera de ataduras, gracias a esta visión personalizada del lenguaje cubista, donde la simplificación de las formas, permite al artista crear figuras esenciales, cargadas de un color puro e intenso, que además de crear efectos lumínicos, estructura la bidimensionalidad de la composición.
El tema de los oficios será otra constante en la obra de Seoane, al igual que Léger, nuestro artista busca transmitir imágenes con un lenguaje sencillo, comprensible para todo tipo de espectador, mediante el cual expresar la manera de ser de su tiempo, y los problemas sociales de la época, reivindicando siempre los derechos de un pueblo oprimido, pero con personalidad propia, el gallego.