El retrato que Vázquez Díaz realizó a Salvador de Madariaga, puede considerarse un ejemplo de retrato moderno. A pesar de que las líneas básicas de composición sean las propias del retrato clásico -con la figura sentada en posición de tres cuartos, generando el espacio mediante la posición del cuerpo y la presencia del sillón, y ante un fondo indefinido- el gesto del retratado y la gama escogida, hablan de un lenguaje más propio de la primer mitad del siglo sin caer, tampoco, en el atrevimiento de las vanguardias. El retrato está realizado en tonalidades de gris, que van desde el marengo del fondo, hasta el más claro, del traje de Madariaga, que se apoya, informalmente, sobre su brazo derecho, inclinando el cuerpo en esta dirección. Esta postura, hace que la composición bascule levemente hacia la izquierda. A pesar de la sobriedad del cuadro, Vázquez Díaz pone todos los elementos de la obra al servicio de su objetivo principal: transmitir la personalidad, e importancia del retratado.