En este grabado Castillo crea una particular representación de la nobleza y del espíritu manso del toro. Una niña que parece no temer al monstruoso animal, toca su cabeza ante la mirada casi indiferente de varios adultos. La razón de la falta de miedo es la presencia de otro niño con quien poder jugar en el interior de la gran boca de la bestia. El aguafuerte ha sido estampado con aguatinta sin resina.