En el centro de la composición, hacia el fondo, encontramos al toro que pace a sus anchas en medio de la gran pradera. A la derecha, y en un primer plano, se esconde entre las rocas, la desnudez de un cuerpo femenino. Jorge Castillo pretende, con estas dos representaciones, hacer una conexión entre la naturaleza y la civilización, lo puro y lo tocado por el hombre, donde triunfa la naturaleza.