Obra fechada en el año 67, año en el que el artista se instala en Madrid al perder consistencia el grupo ourensano "Sete Artistas Galegos" formado a partir de nuevas adhesiones de artistas al grupo inicial O Volter. Tambien en este año abandona la U.P.G, por desavenecias en las formas de lucha política, militando más tarde en el Partido Comunista de Galicia y C.C.O.O. En esta época su arte para por un periodo ecléctico, de diversas experiencias estéticas. Por una parte, Quessada realiza una obra muy ligada a un discurso político preciso y cercano al planteamiento picassiano del Guernica. Por otra, sigue componiendo sus obras mediante técnicas surrealistas y experimentando con el lenguaje expresionista de su admirado Francis Bacon. Asimismo, en este periodo se mezclan dos temas antagónicos. Por una parte, el sentido dramático que condiciona la vida del ser humano, mientras por otra existe la belleza, la confianza y la esperanza en el ser humano. Esta obra, comulga con el llamado expresionismo lírico quessadiano, en el cual el artista expresa, a través de la belleza, su visión transformadora de la realidad, la esperanza y la utopía social de la humanidad.
En este cuadro aparece un grupo de bailarinas entre el que destaca el perfil de una joven. La tonalidad del cuadro es intensa, moviéndose entre azules, violetas, verdes y rojos, que aparecen apuntar ya a sus conocidas irisaciones. Estas escenas de ballet, nos retrotraen al periodo de su obsesión musical de cuando el artista vivía en París, en el 10 de Odon, muy cerca del Teatro Nacional de Francia, donde las dibujaba del natura. El tema está muy próximo al impresionismo, baste pensar en las obras de Degas, pero la factura del cuadro está realizada en clave expresionista, matizada por su propia concepción de esta tendencia. La temática de las bailarinas, será una constante en su obra, siendo retomada con gran intensidad en la década de los 80.