La escena está dominada por dos figuras desnudas que semejan abrazarse, una sentada en el suelo mientras que la otra parece agacharse para recoger a esta primera. El estilo en el que esta pintada la pieza se enmarca plenamente en la pintura de Díaz Pardo, realizada con muy poco detalle y con una gruesa línea que perfila las figuras. La aplicación de la pintura no es uniforme, sino que la empasta y combina distintas tonalidades para aportar cuerpo y textura a la obra.