Esta escultura de la década de los años 70 se encuentra entre las pocas obras tridimensionales realizadas por el surrealista gallego. La obra se adscribe dentro del período 1972-76 en el que en su obra el decorativismo posee una importancia notable. En este busto de madera la pintura adquiere un protagonismo insólito, la presencia del color dota a la obra de una serie de connotaciones añadidas.
En la década de los años 70 la producción de Granell sufre un cambio sustancial al alejarse de la abstracción para tomar modelos de la realidad, pero siempre empapados por las pautas surrealistas y cierto primitivismo. Este rostro surge a partir de las formas de la madera, siendo la pintura la que le aporta su significación real.