El retrato, entendido desde las premisas acuñadas a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, de acuerdo con los dictados de una burguesía emergente y ansiosa de asimilarse en todas sus formas a la aristocracia, la cual había perdido presencia y representatividad social, queda reducido al ámbito de aquellos retratos destinados a galerías de personajes; es decir se trata de retratos de carácter académico. En el caso del retrato de Quintas Goyanes esos rasgos se evidencian al tiempo que se introduce una clave de carácter hiperrealista, determinada por la acusada dependencia del retrato de la fotografía, que devuelve la obra al ámbito cronológico del siglo XX.
Quintas ha situado al modelo ante su bufete de trabajo, en el momento preciso en el que interrumpe su labor -lo cual dota la imagen de una cierta espontaneidad e inmediatez-. Con objeto de conseguir una mayor profundidad espacial se sitúa al modelo terciado con relación al plano pictórico. En este sentido, como influencia de la imagen fotográfica, se debe interpretar el encuadre del retrato, apoyado en un punto de vista elevado gracias al cual el pintor tiene la ocasión de describir el contenido del bufete.
Junto a ello Quintas no duda en utilizar cierto grado de naturalismo, expresado en las manos y el rostro del modelo, el cual se corresponde con una iluminación que potencia el carácter tridimensional de la pintura. Con una muy limitada gama cromática, en la que destacan los tonos tierras, el retrato adquiere un tratamiento muy pormenorizado.
Juan Manuel Monterroso Montero
BIBLIOGRAFÍA
VV.AA.: Catálogo de Pintura. Patrimonio del Excmo. Ayuntamiento de A Coruña, A Coruña, 1985.
«Quintas Goyanes», en Gran Enciclopedia Gallega. XXVI. p.109.
VV.AA..: Catálogo del Patrimonio artístico de la Diputación de A Coruña. I. Pintura y Escultura, A Coruña, 1991, pp. 450-460.