En esta acuarela podemos observar el dominio que tenía Carlos Sobrino del dibujo. Posiblemente se trate de una vista de Combarro, villa a la que acudía muy a menudo a tomar apuntes y que, como en el esta imagen, se asienta a los pies de la ría de Pontevedra, casi fundiéndose con ella. Es un paisaje propio de Sobrino, donde lo etnográfico y tradicional se fusiona con lo propiamente paisajista, que se convierte en una prolongación de los autóctono. Estas obras son un canto a lo gallego, exaltado mediante la monumentalización de la arquitectura vernácula y las figuras que la pueblan. El resultado es una pintura regionalista, con aires de folklorismo, pero sumamente descriptiva. El artista se detiene a mostrar la actitud de los personajes, que encuadra en un espacio caracterizado por el estudio de la perspectiva, que potencia mediante la arquitectura de las casas, que crean unas líneas de fuga que desembocan en el mar. Lo anecdótico de la escena, unido al estudio espacial, son la clara señal de que nos hallamos ante un apunte tomado por Sobrino en una tarde de receso, pero delatan a la vez los intereses profundos que movían la mano del artista, la exaltación de la particularidad del pueblo gallego.