La obra de Molezún, se encuadra en un expresionismo abstracto que no renuncia a la racionalidad compositiva del cubismo. La mancha se erige como protagonista de la composición, aplicada en brochazos de color que se expanden por la superficie de la madera, y se superponen y difuminan en delicadas veladuras que le permiten resaltar la identidad del soporte, destacando sus calidades de textura y su propio dibujo.
La gama de colores empleados es siempre muy austera, basándose en el blanco, negro y distintas variedades de tonos tierra. La férrea estructura, está conformada por motivos geométricos que se componen y descomponen, formando capas. Esta técnica fue denominada por Molezún "Neocubismo", dada las concomitancias con este movimiento de vanguardia. Las líneas, que entroncan con el grafismo propio de los años veinte, tienen también cabida, funcionando como elementos dinamizadores del cuadro.