Xaime Quessada juega en esta obra con las texturas y el color, haciendo gala de su técnica. Las diferentes tonalidades de blanco y ocre se combinan creando veladuras en la parte superior, creadas a través de la superposición de capas pictóricas. La pieza parece dividida en tres partes que muestran una degradación de color. También podemos apreciar unos craquelados en la parte inferior, así como sendos empastes, que crean una superficie irregular.