Esta Lurra 42 pertenece a la fase inicial de la producción de terracotas de Eduardo Chillida. Cuenta el artista que desde sus comienzos fue un material que no le interesó especialmente, pero, durante el transcurso de un verano en la Fundación Maeght en Saint-Paul-de-Vence, a finales de los años setenta, escuchó el sonido que Hans Spinner producía al trabajar este material. Al invierno siguiente, el recuerdo de este sonido le hizo madurar la idea de ensayar su teoría escultórica en este elemento. El resultado son las lurras –tierras–, pequeños monolitos de barro cocido con formas variables, en los que realiza incisiones sobre la superficie o aplica óxido en determinadas zonas.
Dentro de la variada producción del artista, estas piezas, que por sus cualidades formales y materiales son de pequeño y mediano tamaño, se han convertido en algunas de sus más características y representativas obras.
Esta Lurra 42 es, en concreto, una creación de gran tamaño en la que podemos apreciar dos lecturas escultóricas posibles: la primera, el propio monolito, con sus cualidades formales y materiales, y la segunda, las figuras incisas que transforman la superficie de la pieza en un conjunto de cinco caras –las cuatro laterales y la superior– que, de este modo, adquieren un aspecto tridimensional. Estos dibujos dan sentido y unidad a cada uno de los lados y convierten el monolito en un nuevo espacio volumétrico, en una escultura dentro de otra escultura.