En esta obra, Dalí ubica la escena en el interior de la mítica isla, fácilmente reconocible por sus monumentales cipreses. En ella aparece una figura evanescente y fantasmal que acude a recibir a Caronte al final de su trayecto
En esta obra, Dalí ubica la escena en el interior de la mítica isla, fácilmente reconocible por sus monumentales cipreses. En ella aparece una figura evanescente y fantasmal que acude a recibir a Caronte al final de su trayecto
En 1934, año de creación de este lienzo, los surrealistas se encontraban muy irritados –en especial André Breton– porque todo el mundo empieza a considerar a Dalí como el único y el más auténtico representante del movimiento. Las primeras discrepancias con Dalí se produjeron cuando expuso en el Salón de los Independientes de París sin tener en cuenta la opinión del resto de los surrealistas, que habían decidido no participar en la muestra. Dalí se encontraba inmerso en un período de pleno frenesí creativo de objetos surrealistas, aunque también pintó una serie de lienzos inspirados en algunas obras de Messonier, Millet o del romántico Arnold Böccklin. Este pintor suizo había pintado en 1880 La isla de los muertos, una obra que inspiraría a Dalí una serie de “obsesivas” versiones de dicha composición y del que pretendió publicar un detallado estudio en su libro Cuadro surrealista a través del tiempo, el cual jamás llegó a ver la luz.
En esta obra, Dalí ubica la escena en el interior de la mítica isla, fácilmente reconocible por sus monumentales cipreses. En ella aparece una figura evanescente y fantasmal que acude a recibir a Caronte al final de su trayecto. La puerta que surge de los acantilados rocosos da acceso a un mundo desconocido y misterioso, tras el cual sobrevuela un premonitorio grupo de aves negras. El cielo presenta unas densas nubes böcklinianas que parecen simular rostros irreales, recurso que utiliza el pintor de Figueras en numerosas ocasiones. Dalí aborda en este emblemático lienzo el tema de la muerte a partir de la obra de Böcklin, con su particular lenguaje onírico y con un sentimiento fúnebre que, según el artista, le inspiraba fantasías sexuales.