Manolo Valdés nació el 8 de marzo de 1942 en Valencia. En 1957 entra en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. A los dos años abandona sus estudios para dedicarse completamente a la pintura. En 1964 Valdés formó, junto con Joan Toledo y Rafael Solbes, el Equipo Crónica (1965-1981). Toledo abandonó el grupo un año después, pero Valdés y Solbes continuaron juntos hasta la muerte de este último en 1981. Durante diecisiete años, el Equipo Crónica introdujo en España un nuevo lenguaje artístico cercano al movimiento pop, sabiendo combinar el compromiso social y político de sus autores con ironía y humor. Manolo Valdés se convirtió en un elemento fundamental en el trabajo del grupo, que realizó uno de los aportes artísticos más personales del arte valenciano posterior a la Guerra Civil española, con su obra dominada por la mezcla de la cultura del cómic, la mordaz sátira política y los recortes de las páginas de las revistas internacionales de arte.
Después de la muerte de Rafael Solbes, Valdés continuó su carrera en solitario. Se fue a Nueva York, donde continúa hoy. En su trabajo recrea su universo personal, reinterpretando a los pintores clásicos y experimentando con materiales y técnicas, tanto en la pintura como en la escultura. Entre los años 1965 y 1981, Valdés participó en más de sesenta exposiciones individuales y otras tantas colectivas, además de las realizadas durante su etapa en el Equipo Crónica. Su trabajo incansable y su indiscutible talento lo han convertido en uno de los artistas con mayor proyección internacional. En su obra Valdés presenta iconos propios de la Historia del Arte. Hace un llamamiento a la memoria cultural del espectador que reconoce estas imágenes en su obra. Los artistas que cita constantemente son Rembrandt, Rubens y Matisse. Aunque es importante decir que una de las máximas de su trabajo es la libertad, tanto formal como temática. En su colección tiene incluidos desde el ratón Mickey, una carta de póquer hasta un desnudo inspirado en Matisse. Subyace, en su pintura y en su escultura, un sentimiento de tactilidad en el tratamiento dado a los materiales, con una paleta pródiga, plena de corporalidad, de gestos amplios sustentados por grandes formatos.