Aunque por motivos familiares, vive buena parte del año en Madrid, nunca perdió el contacto con Galicia, adonde ha viajado frecuentemente. Durante estas estancias tuvo la oportunidad de conocer a algunos protagonistas de la vanguardia artística e intelectual gallega, gracias a la amistad de su padre, José Rey, con Isaac Díaz Pardo, a quien ayudó en la puesta en marcha de la Fábrica de cerámicas de O Castro en Sada (A Coruña). De este modo, pudo conocer a Luis Seoane, Rafael Dieste, Laxeiro, Arturo Souto, Eduardo Blanco Amor, Colmeiro y Ben-Cho-Shey, entre otros. Presenciar sus tertulias le permitió conocer Galicia y, sobre todo, las consecuencias de la emigración y del exilio. Estos encuentros avivaron su interés por ser pintora. Se licenció en Bellas Artes en la Escuela de San Fernando de Madrid y se graduó en Artes Aplicadas, dedicándose a la docencia del dibujo. En 1966 obtuvo la beca de la Residencia de Artistas en Segovia y realizó los cursos de Mural en la cátedra de Villaseñor (Facultad de Bellas Artes de San Fernando). A lo largo de su trayectoria ha obtenido varios premios: la Mención de Honor del Certamen Internacional de Puerto Príncipe, Benalmádena (Málaga, 1981), la Mención Especial Premio «Ciudad de La Coruña» (1982) y el Premio Isaac Díaz Pardo de la Diputación de A Coruña (1990).
La pintura le permitió un cultivo del espíritu y del arte en todas sus expresiones, ya que la creación artística tiene para Bea Rey mucho de íntimo y personal. En palabras de Marisa Candal, «a través de su obra, la artista dilucida su propia vida: sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos y sus deseos», que son tamizados mediante exploraciones en el campo de la forma que le sirven para trascender los propios objetos «separando lo propio de lo ajeno». En su pintura, la artista representa los objetos tal y como los percibe en su interior, de ahí que su obra sea una extensión de su propio yo, y de su forma de ver y sentir el mundo que la rodea.
En toda la producción de Bea Rey se pueden encontrar constantes como el tema de los sexos, con la dicotomía hombre-mujer, y el mundo de los objetos. Desde sus comienzos, ha pasado por distintas etapas diferenciadas por los estilos pictóricos empleados: abstracción-geométrica y pop art (1971- 75), surrealismo (1976-1980), expresionismo (1987-1990) y neocubismo (1990-1997) son puestos al servicio de sus preocupaciones habituales.
En los años setenta, comienza realizando imágenes sobre su propia comprensión de lo masculino y lo femenino. Hombre y mujer se asocian a la línea recta y curva respectivamente, y a la síntesis de ambos en formas geométricas; las líneas rectas, masculinas, sugieren permanencia, estatismo, mientras que las curvas, femeninas, fluidez y dinamismo. El equilibrio entre opuestos y las dualidades empleadas sugieren una síntesis de todo lo creado que resume la imagen que la autora tiene del mundo y su realidad.
De la exploración de tipo formal de la primera etapa la artista pasa a la búsqueda de los niveles emocionales e intimistas, recurriendo al surrealismo. Ahora el ser humano se sitúa en el mundo procesando a través de su cuerpo la información del ambiente en el que está inmerso. Los objetos de su entorno lo penetran y pasan a formar parte de él, convirtiéndole en una máquina, en un híbrido. Entre 1987 y 1990, coincidiendo con su etapa expresionista, se centra en la representación de los ojos, como metonimia del ser humano y su identidad. En ellos concentra los sentimientos de soledad e incertidumbre que empapan este periodo.
En su etapa neocubista, Bea Rey recupera el tándem hombre-mujer y reflexiona sobre los sentimientos, el amor y las relaciones humanas, en cuadros compuestos a modo de collage, con distintos objetos cotidianos que construyen la realidad de la pareja. Asimismo, trabaja con la propia identidad de los objetos, que ocupan un lugar propio en el mundo de la artista. La idea que mueve estas obras se trasluce nítidamente en la serie «Robinson Crusoe», dedicada a un personaje que se encontró a sí mismo en una isla a base no de huir de una realidad, sino de aceptarla, integrándose en un nuevo entorno y construyendo su propia vida. Su obra forma parte de colecciones como la del Museo Municipal de Lugo, Museo Carlos Maside en Sada (A Coruña), Museo de Arte Contemporáneo de Granada, Asamblea de Madrid, Caja Postal de Madrid, Museo Municipal de Cuenca, Colección de Arte Contemporáneo de Villafamés (Castellón), etcétera.