Aún siendo una obra de encargo el autor recurre a la bidimensionalidad con la consecuente sensación de planitud e indeterminación espacial. Grandío nos ofrece una visión crítica de la realidad, casi caricaturesca.
Aún siendo una obra de encargo el autor recurre a la bidimensionalidad con la consecuente sensación de planitud e indeterminación espacial. Grandío nos ofrece una visión crítica de la realidad, casi caricaturesca.
En esta obra Grandío retrata a un hombre ya anciano, de cuerpo entero, sedente y junto a un florero. Al tratarse de un encargo oficial, Grandío suaviza su pintura, recreándose más de lo habitual en la reproducción de la realidad aprehendida. Se detiene en la descripción del rostro, de perfil, mientras la figura, de canon corto, está contorneada con una línea más oscura, y destaca su luminosidad, que elimina los volúmenes y contrasta abruptamente con el asiento, de tamaño extraordinario. Para el fondo, utiliza una gradación tonal que va del gris al verde y que adquiere un color amarillento en la zona sobre la cual proyecta la luz, la misma en la que sitúa el florero.
El autor tenía como una de sus premisas fundamentales a la hora de crear la huida del academicismo, unificando recursos de la abstracción con la neofiguración de ascendencia expresionista. Así, haciendo referencia a la primera influencia, hay una valoración del proceso creativo del cuadro, la textura se convierte en un recurso expresivo más, trata de manera extenuante la luz y matiza con precisión el color. De la segunda, utiliza la bidimensionalidad, con la consecuente sensación de planitud e indeterminación espacial, que emplea para dar una visión crítica de la realidad, casi caricaturesca.