Realizada en el mismo año que Piano, es una de las obras más emblemáticas de Óscar Domínguez, en donde da cabida a los mismos elementos surrealistas: el paisaje simbólico de corte daliniano y el tratamiento de los objetos y figuras. En el lienzo, además del piano, encontramos el árbol que le da título, uno de los símbolos de la tierra natal del artista.
El drago aparece ligado a la figura del piano y de la mujer. Aquí hallamos la parte inferior de un cuerpo femenino, situado bajo el piano en actitud claramente sexual, que se funde con las raíces del árbol. Sobre el drago se posa oníricamente un león, símbolo del deseo y una de las figuras surrealistas más recurrentes. Según la mitología griega, en el Jardín de las Hespérides –que muchos autores sitúan en Canarias– crecían manzanas de oro en los árboles. El jardín estaba protegido por Ladón, un fiero dragón de cien cabezas por las que escupía fuego. Según la mitología, al fallecer el animal fantástico se convertía en un árbol, dando así origen a la leyenda del drago.
Durante su viaje a Canarias en 1935, Breton calificó de jurásico el árbol, relacionándolo con los términos mágico y ancestral que tanto interesaban a los surrealistas.