Con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, uno de los coleccionistas de Arroyo instó al artista a realizar una obra que plasmase su particular visión del evento.
Con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, uno de los coleccionistas de Arroyo instó al artista a realizar una obra que plasmase su particular visión del evento.
Con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, uno de los coleccionistas de Arroyo instó al artista a realizar una obra que plasmase su particular visión del evento. El resultado es este díptico en el que crea un ficticio Museo del Descubrimiento, excusa para desarrollar su discurso artístico. Arroyo siempre sintió interés por el museo como institución encargada de custodiar los vestigios del pasado, y en esta obra se tiñe de aires kitch, no exentos de una mordaz ironía. Para entenderlo basta con observar la cabeza del indígena con cruz en ristre y aires alienígenos. El carácter vetusto del museo se representa en una sala donde se entremezclan sin sentido objetos-símbolo del Descubrimiento, encabezados por una imagen áurea de Cristóbal Colón. La disposición decorativa con que ubica las distintas piezas museísticas es la que crea la sensación de sátira hacia un evento, la Conmemoración del Quinto Centenario, que se le antoja como un acto rancio y de concordia edulcorada pensado para acallar los abusos y las atrocidades cometidas con los pueblos indígenas.
Una vez más, a lo largo de su dilatada carrera artística, Arroyo invita al espectador a formar parte del juego de los mirones, alternando la visita oficial y diurna al museo con la intrusión nocturna en el mismo. El espectador tiene la oportunidad de entrar en el ámbito privado del museo en la escena nocturna, de modo semejante a aquel que contempla la cara oculta de la luna. Pasando de un panel a otro, el espectador deja de ser "visitante" para convertirse en "intruso". El empleo de tintas planas y sin matices y la organización compositiva, basada en la superposición de registros, denotan la influencia de la obra gráfica que, junto a la creación de dípticos y al empleo de grandes formatos, son propios de la pintura de Eduardo Arroyo.