Obra perteneciente al periodo de depuración de los elementos estructurales de sus obras: forma, color y dibujo. La influencia del diseño gráfico, aflora una vez más en la composición y ordenación de los planos cromáticos, así como en el modo de emplear la línea y el color, que funcionan de manera autónoma. Compositivamente se asemeja a un collage, pues yuxtapone formas geométricas inconexas que generan la figura, sobre campos de color de aspecto orgánico pero netamente diferenciados e individualizados. El resultado es un conjunto armónico y equilibrado donde la autonomía de los elementos no colisiona la visión de conjunto. El color que preside la obra es el amarillo, en diversas gamas, y se conjuga con marrones, azules y negros. El grafismo, inspirado en formas celtas, se hace patente en el perfil de la figura y lo emplea para acotar su espacio.
En la decada de los 60, Seoane va a recurrir insistetemente a la figura de la mujer, utilizándola como un icono. Es una época de reinterpretación de antiguas imagenes, pero ahora realizadas con un estilo mucho más personal y moderno. El artista ha asimilado sus referentes, por un lado la realidad gallega y por otro la pintura de vanguardia, y los ha hecho suyos creando su nuevo lenguaje. Además, ha resuelto el problema formal que le suponía la comunión entre la identidad regional y la modernidad, para crear una imaginería de sabor propiamente gallego pero con una capacidad de expresión plural.