Realizado durante la estancia en Argentina de Laxeiro, esta obra responde a los postulados del Expresionismo Abstracto y el Informalismo, entonces en voga, y pertenece al periodo más rico e interesante del artista.
Realizado durante la estancia en Argentina de Laxeiro, esta obra responde a los postulados del Expresionismo Abstracto y el Informalismo, entonces en voga, y pertenece al periodo más rico e interesante del artista.
Realizado durante la estancia en Argentina de Laxeiro, esta obra responde a los postulados del Expresionismo Abstracto y el Informalismo, entonces en voga, y pertenece al periodo más rico e interesante del artista. En la obra, además de un claro sentido expresionista presente tanto en la gestualidad de la pincelada como en lo grotesco del personaje, se puede observar cierta influencia de las primeras experiencias cubistas de Picasso y de las máscaras tribales. También es importante resaltar la admiración que Laxeiro sentía por el Art Brut y los escritos del mismo de Dubuffet, en los que defendía el arte fuera de presupuestos culturales y académicos, primando el poder de la imaginación y la libertad de las formas. Del fondo azul, pintado a grandes brochazos, emerge en el centro de la composición, a modo de máscara, lo que puede identificarse como el rostro del jefe azteca, que ocupa casi la totalidad del cuadro. Pintado con grandes trazos negros y coloreado a brochazos con los tonos de la paleta típicamente laxeirana (carmines, ocres y blancos sucios). La apariencia esperpéntica del personaje, se construye a través de la superposición de capas de pintura que definen sus rasgos. También podemos apreciar cierta analogía con la pintura expresionista de Bacon, pero sin olvidarnos de que Laxeiro ha creado su propio lenguaje teniendo muy presente Galicia, a través de la herencia románica plasmada en sus formas.