En el momento en que Laxeiro estaba trabajando en el lienzo de El manantial de la vida (1973), copiándolo del mural original, decidió hacer un regalo a la entidad que acababa de adquirir el Café Moderno, la Caixa Rural de Pontevedra. Este obsequio, consistió en una obra donde llamaba la atención sobre el injusto reparto de esfuerzos y riquezas en el ámbito rural. Asesorado por Calixto, un técnico enmaquetador, comenzó a pintar por las noches, con unas pinturas plásticas que su amigo le había aconsejado, sobre una moqueta que cubría una pared del edificio. Mientras realizaba la copia del Manantial de la vida durante el día, pintaba sobre la moqueta por las noches, alimentándose de leche frita, natillas y whisky Chivas. La escena, tiene una lectura de izquierda a derecha, donde observamos, en primer lugar, al prestamista inmerso en un profundo sueño, como representación de un hombre que lleva una vida tranquila y sin preocupaciones. A su lado, hay una familia de campesinos, el primero porta una azada, su instrumento de trabajo. En el centro de la composición están los abuelos, flanqueando a la vaca, que guardan como su mayor tesoro, y a la derecha hay un matrimonio, con su bebé en brazos, el cual lleva en su mano una flor, símbolo de la esperanza.