La «estética del granito» está presente en el modo de representar a los niños, de cuerpos rechonchos realizados a base de un estudio de volúmenes similar al de las esculturas de bulto redondo románicas.
La «estética del granito» está presente en el modo de representar a los niños, de cuerpos rechonchos realizados a base de un estudio de volúmenes similar al de las esculturas de bulto redondo románicas.
Esta pintura es una de las más representativas de Laxeiro. En ella, hay una clara inspiración en el Tiziano de las Bacanales, conocido por el artista gracias a sus constantes visitas al Prado durante su estancia madrileña. Al igual que el italiano, hace una distorsión de la realidad mediante la representación de una bacanal infantil en un mundo mágico, donde parecen celebrar un ritual en el que los niños, en su mayoría desnudos, tocan flautas y cuernos, se suben a los árboles y a los caballos, y comen y beben alrededor de una gran mesa de piedra, situada en el medio del bosque. A pesar de esta referencia iconográfica, Laxeiro es fiel a sí mismo. La "estética del granito" está presente en el modo de representar a los niños, de cuerpos rechonchos realizados a base de un estudio de volúmenes similar al de las esculturas de bulto redondo románicas. La mesa del primera plano, provoca una tensión hacia el fondo mediante líneas de fuga que convergen en la base de un árbol, que crea un empuje vertical hacia la parte superior de la obra, estableciendo un eje de simetría, del que parte un esquema triangular estructurado mediante tres grupos de niños: dos en los extremos de la base del cuadro, el tercero dispuesto alrededor de la mesa. Utiliza una paleta cromática basada en colores terrosos, con una pincelada pequeña y apretada, sometiéndose al dibujo mediante una línea de contorno para las figuras. Los árboles del paisaje, tienen un tratamiento diferente al resto de la composición, representando las hojas mediante pinceladas, sin dibujo, según la técnica impresionista.