El nombre de Manuel Moldes no puede desvincularse de la irrupción de las nuevas corrientes artísticas en Galicia. Integrante de Atlántica, pero con una personalidad marcada dentro del grupo, consiguió crear una estética propia basada en una figuración de profundas raíces autóctonas.
Con el título de Vigo traballa se nos presenta una composición de fuertes raíces tradicionales y una factura tosca, en cierto modo arcaizante. La obra supone el contrapunto de Pontevedra Duerme, lienzo realizado tres años antes evocando el popular aforismo que identifica las diferentes localidades gallegas con diversas actitudes humanas. La vista aérea se convierte en un minucioso estudio geográfico de la estructura de la ciudad, del mismo modo que a través de un marcado sentido de la narrativa realiza un estudio de sus gentes: armadores, albañiles, herreros…
En estas composiciones abigarradas se entremezclan las imágenes del presente y los recuerdos autobiográficos del pintor, ejemplificados por la presencia del tranvía, evocación de tiempos pasados. Una obra de grandes dimensiones en la que predomina el trazo sobre la mancha, un estilo minucioso que antecede al cambio que experimentará su producción en los años 90.