Eduardo Úrculo da muestras de su mitomanía en su obra La Tentación, donde recrea el mundo del cabaret de los años 20 y 30. En esta obra, presenta a dos hombres, elegantemente ataviados con sombreros y gabardinas, que junto, a un perro, contemplan las posturas eróticas de dos mujeres, una de ellas recostada sobre un sofá y la otra de pie, semidesnuda, con una chistera negra típica del atuendo de estos espectáculos. La pintura se encuadra dentro de la etapa Pop art del artista, que se corresponde a buena parte de su trayectoria, y que se caracteriza por un gran colorido.
En este cuadro, convergen varias constantes en su obra. Por un lado, la figura del voyeur, el mirón, situado de espaldas al espectador y al que viste siempre según su propio estilo, con sombreros y gabardina. Por otro lado, Úrculo pinta al objeto de curiosidad: mujeres semidesnudas, en posiciones sugerentes, que han suscitado la reflexión de críticos y escritores, como Vargas Llosa, que llega a afirmar que " sus culos no son sólo de este mundo terrenal, pese a parecernos tan materiales; vienen también de la ficción, del cine, de las imágenes de la cultura popular, y de las anfractuosidades más recónditas del inconsciente, de esa secreta fuente de la personalidad donde se gestan los deseos y yace el limo con que se modelan nuestras fantasías".