Llanto por Federico García Lorca se enclava en una etapa de transición para el artista. Desde un surrealismo, que se sitúa en la frontera con lo que suele denominarse "realismo fantástico", Caballero evoluciona hacia la abstracción, elaborando una deshumanización conceptual en sus últimas pinturas.
Este camino de cambios se observa en las formas de la composición, que se estilizan y se alargan perdiendo nitidez, tal y como muestra el cuello del personaje central de la obra, que ocupa un espacio sobresaliente en la misma y acentúa la verticalidad todo el conjunto. Caballero fusiona lo cultural y lo popular incluyendo temas recurrentes como el gallo y los hierros que observamos también en esta pintura. La cabeza del personaje y el gallo referencian el círculo, signo geométrico al que el autor recurre constantemente. "Siento la necesidad de volver nuevamente a las formas más puras y esenciales de la geometrización. Al principio son rombos, luego pirámides, para concretarse finalmente en el círculo que para mí significa el mundo. No un mundo estático sino un mundo en continua ebullición...".
El artista da gran importancia al espacio. Haciendo referencia a esta cuestión Miguel Logroño declaró: "El universo de Caballero es clamoroso, desde el rumor opaco de los cuerpos que lo gobiernan, brindado al círculo, y al que en la relación materia, forma, color e imagen no dudo en considerar como uno de los momentos hito de la Pintura Española Contemporánea".
El color es el otro gran protagonista. El músico aparece envuelto en tonos azulados que imprimen un carácter sombrío acorde con la desolación en la que está sumido por la muerte del poeta. El color blanco del gallo en lo alto de la escalera, y de la cara del músico, destacan sobre la composición reclamando la atención de nuestra mirada. Caballero siempre tiene como tema subyacente la preocupación por el lugar y el destino del hombre y es un fidelísimo traductor del lenguaje de la pintura al de la poesía.