Boceto de una pareja de niños en el que detalla el atuendo, y el juego que dan las telas en la composición de volúmenes. La atenta descripción de las posturas y expresiones, dota de verosimilitud al dibujo, en consonancia con la tendencia realista que funcionaba en los ambientes artísticos. En un artículo publicado a propósito de la exposición monográfica del autor por la Fundación Caixa Galicia, López Vázquez, habla de la "amofosidad lumínica" de sus personajes, con una acusada inseguridad en el tratamiento de la luz en el modelado, que crea un efecto monócromo. De ahí que base el dibujo en la definición esquemática de las formas mediante la línea, que rellena con un tenue sombreado. Reinterpretando la tradición costumbrista de la pintura de los Países Bajos, comienza a dibujar instantáneas de la vida cotidiana, en este caso el camino al colegio de dos hermanos. Con el tiempo, Lloréns se irá decantando por el paisaje, abandonando paulatinamente la representación de las figuras humanas. Algún historiador lo achaca a su impericia como dibujante del cuerpo, mientras él lo justifica como un paso hacia delante en la historia de la pintura, donde, durante muchos siglos, la narración había ocupado el puesto preponderante.