La figura indiscutible de Pablo Picasso (1881-1973) es la protagonista de esta primera muestra que ABANCA presenta en León en la que se integran cuatro obras del autor. Nadie mejor que Picasso para definir el discurso del arte del pasado siglo desde el punto de vista de la vanguardia y de la modernidad.
Con Picasso y los principales artífices del desarrollo del cubismo ─Juan Gris, Georges Braque o Fernand Léger─ esta exposición muestra la obra de algunos de los nombres más relevantes del arte del siglo XX, como Kandinsky, Dalí, Chagall, Max Ernst o Joan Miró, así como una serie de autores españoles e internacionales que desde sus planteamientos personales ampliarán el discurso de la pintura a partir de las innovaciones formales de la vanguardia, agrupados bajo el epígrafe “Influencias y encuentros”.
El ciclo picassiano se inicia con una pequeña pintura titulada Quatre femmes, realizada en 1901, inmediatamente anterior al desarrollo de lo que será su periodo azul, y se cierra con una pintura de su última etapa creativa, El pintor y la modelo (1963). Es esta una obra con una temática tan querida y recurrente en el autor como en toda la historia del arte. De este modo, en esta exposición se podrá ver otro lienzo con idéntico tema realizado por el gran maestro canario Óscar Domínguez (1906-1957), siempre bajo la lupa del pintor malagueño.
Junto a los dibujos y pinturas de Picasso, la primera parte de la muestra se completa con los lienzos de Juan Gris (1887-1927) y Georges Braque (1882-1963) quienes serán los principales artífices del desarrollo del cubismo, además de Fernand Léger (1881-1955), Jean Metzinger (1883-1956) y la española María Blanchard (1881-1932). La influencia del movimiento cubista abre nuevas vías para el desarrollo de la pintura en los inicios del siglo XX, como evidencian las obras de Manuel Ángeles Ortiz, Joaquín Torres García o Hernando Viñes.
La escultura también está presente en la exposición con una obra maestra de Julio González, Tête dite “Le Tunnel” (ca. 1932/33), perteneciente al período creativo más importante del autor y ejemplo de su relación y trabajo conjunto con Pablo Picasso. Como contraposición, y como reflejo en el tiempo, al final del recorrido figura una pieza del escultor valenciano Miquel Navarro titulada Cuña y nariz (2004), ejemplo de la continuidad del arte de vanguardia en el arte actual.
La segunda parte de la exposición integra a artistas que participaron de las primeras vanguardias, como el pintor italiano Giorgio de Chirico (1888-1978). Su figura en el marco de los ismos tiene un valor casi de tótem aislado, puesto que, por una parte, hace de contrapunto a la revolución cubista y, por otra, es el antecedente del posterior movimiento surrealista, representado, en esta muestra, por dos de sus principales protagonistas: Max Ernst y Salvador Dalí. La importancia de De Chirico fue puesta de manifiesto por Kandinsky, también presente en la muestra, quien indicó en su ensayo El problema de la forma (1912) que la obra de De Chirico marcaba un contraste entre los dos polos que afectaban al arte y a la forma en ese momento: la gran abstracción y el gran realismo.
Otro autor que se enmarca en cierto “aislamiento” con respecto a los grandes grupos de vanguardia ─cubistas, futuristas y surrealistas─, y que, a su vez, ejerce también una labor de contrapeso y equilibrio, es Marc Chagall (1887-1985), en cuya obra Nature morte avec une vase de coquelicots (1959) condensa parte de su universo pictórico y estético.
Wifredo Lam (1902-1982), presente en la exposición con una obra de 1969, Composition (Oiseaux dans la nuit), y Roberto Matta (1911-2002) ampliaron el lenguaje de la vanguardia desde su óptica particular, como lo hicieron dos de los artistas gallegos más universales presentes en la muestra, Maruja Mallo (1902-1995) y Luis Seoane (1910-1979), figura fundamental del arte y de la intelectualidad gallega del siglo XX. La inclusión de ambos en esta exposición tiene la intención de poner en valor su obra y su papel como difusores de la vanguardia en el contexto americano.
Como cierre de la exposición se presentan dos obras (las cuales servirían como punto de partida de una posible segunda parte de la misma) que comparten una idea de narratividad en la pintura que tiene su origen en el arte del periodo de entreguerras, El Museo del Descubrimiento de día-El Museo del Descubrimiento de noche (1992), de Eduardo Arroyo, y Las pipas (1981), del Equipo Crónica. Ambas elevan el valor y el papel central de la pintura frente a otras tendencias dominantes en la segunda mitad del siglo XX.