La muestra reúne 40 obras que forman parte de los fondos artísticos de ambas entidades cuyo nexo de unión es la referencia a ciudades reales, imaginarias o soñadas.
El título del proyecto se inspira en un libro del filósofo español Eugenio Trías en donde el autor pone de manifiesto la estrecha relación que siempre ha existido entre el alma de la ciudad y los artistas que la habitan. Esta relación puede ser de muy distinto tipo, desde la ciudad como musa inspiradora o como una presencia que encierra y oprime al artista en los límites de ese espacio real y existencial.
Para esta exposición se han seleccionado óleos, fotografías, grabados, dibujos y esculturas de 33 artistas que forman parte de las colecciones de arte de ABANCA y Afundación en las que encontramos urbes que nos llevan a reflexionar sobre una idea de ciudad desde distintas ópticas e interpretaciones.
La muestra arranca con una serie de dibujos de Francisco Lloréns que se remontan a 1903 y llega hasta la actualidad de la mano de autores como Elisa Sighicelli, Ana Fernández, Vari Caramés o Cecilio Chaves.
Más allá del mero marco cronológico, la exposición se organiza en función de varios espacios temáticos y diálogos sugeridos entre los diversos artistas. Un bloque está dedicado a la imagen evocadora o el recuerdo del viaje a una ciudad o un lugar determinado. En este grupo encontramos los óleos de Lloréns, Javier Correa Corredoira, Vicente Prego o Xosé María Freixanes, entre otros.
Otro conjunto de obras tienen como protagonista una visión idealizada de la ciudad, como la imagen apocalíptica de Roberto González en ‘Confusión IV’ (2005), las vistas de Vigo y A Coruña de Urbano Lugrís o incluso las ciudades escultóricas de Miquel Navarro y Caxigueiro.
Junto a este recorrido se plantea otro tipo de narración que sirve como guía al espectador: interior-exterior, espacios habitados frente a espacios en los que la presencia humana es inexistente. En este bloque expositivo destacan ‘18 Brumaire’ (1991) de Xesús Vázquez, ‘El café Gijón’ (1968) de Tino Grandío, las visiones neoyorkinas de Jorge Castillo o ‘La tentación’ (1998) de Eduardo Úrculo.