En Campesinos aparecen tres personajes en el campo, un hombre montado en un burro que habla con dos mujeres. Alenza tan solo quiso representar la vida real, la de unos campesinos en su quehacer cotidiano, sin más pretensiones, de modo muy diferente al de sus contemporáneos andaluces, como los Bécquer, que se centraron en la pintura costumbrista. Él pintó su entrono, pero sin querer endulzarlo ni destacar el lado folclórico, sin distorsionarlo, pues pinta la intrahistoria, es decir, la verdadera historia de unas gentes a quienes tocó vivir una de las épocas más turbulentas de la historia reciente de España. No hay que olvidar que Alenza nació poco antes de la Guerra de Independencia, y vivió la traición de Fernando VII a la constitución en 1812, el alzamiento de Riego y el Trieno Liberal, con los Cien mil Hijos de San Luís, la vuelta del absolutismo, la muerte de Fernando VII y la primera Guerra Carlista. Y todo esto con tan solo 37 años de vida, en los que retrató a la gente que fue la protagonista de esta época aunque no luchara, ni se echaran al monte, ni se alzaran contra invasores o gobiernos, ni saquearan o ni escribieran libelos.