Luis María Caruncho Amat, nace en A Coruña en el año 1929. Para estar con su familia en 1940 se traslada a Madrid, donde, tras concluir sus estudios de bachillerato y desistir del ingreso en la Academia General del Aire, se orienta hacia los ámbitos del diseño y la construcción, lo que lo lleva a la Escuela de Ingenieros Industriales y de Arquitectura. Pero su vocación artística ya está definida e inicia una formación múltiple y compleja, guiado por la curiosidad y la heterodoxia de su carácter en este aspecto, acudiendo a la Escuela de Artes y Oficios, al Museo de Reproducciones Artísticas y a las clases del Círculo de Bellas Artes, y llevando a cabo estudios sobre Historia del Arte en la Universidad de Aix-en-Provence (Francia).
Concluye su formación en la Escuela de Arquitectos Técnicos y Artes Aplicadas y viaja constantemente por diversos países europeos y americanos, acudiendo con asiduidad a la casa-taller del pintor Daniel Vázquez Díaz, uno de los grandes representantes de la vanguardia histórica española.
En su primera etapa creativa, en los años cincuenta, sus obras parten del cubismo, de formas depuradas, demostrando la voluntad de reflexión desde una raíz formal que parte del cubismo sintético. Son obras que expresan la solidez de los presupuestos expresivos del artista, que actúa sin concesiones a lo anecdótico, característica constante en toda su obra posterior, siempre lejos de lo banal y de las vicisitudes de la moda.
Las piezas de finales de los cincuenta señalan un camino sin estridencia hacia la abstracción geométrica de influjo constructivista, sin que se abandone definitivamente la evocación cubista, pero ahora combinada con un purismo constructivo.
Esta evolución continúa desde mediados de los sesenta y durante los setenta en un sentido purista, esencializador. La obra de este momento representa la conquista de un ideal formal absoluto, que se enmarca, como uno de los mejores ejemplos, en el panorama de reformulación de las corrientes constructivistas.
A partir de los setenta el lenguaje de Caruncho está notablemente definido. En los ochenta sus obras, partiendo de presupuestos claramente deudores de su pasado, evolucionan hacia una intensa reflexión sobre la relación entre la forma geométrica y el espacio, acentuando el dinamismo, lo que lo aproxima a las corrientes cinéticas, siempre fiel a su extremado rigor formal, que demuestra una actitud de fondo intensamente meditada.