Nació en Catoira (Pontevedra) en el año 1949. Se trasladó a Barcelona cuando tenía 21 años; allí se instala en el barrio industrial de Sagreda, algo que influirá en su trayectoria artística y en su búsqueda de la naturaleza como refugio. Estudió pintura en la Facultad de Bellas Artes de San Jordi, en la época del despegue del arte informalista en España. La experiencia vivida en la escuela le resultó muy poco provechosa. Comenta al respecto: «Me pasé cuatro años pintando sin que sucediera nada interesante».
Alternó sus estudios con la labor docente que desempeñó en el campo de la plástica. Desechó el dibujo y comenzó a perfeccionar la técnica cerámica de manera autodidacta. En estos primeros años, contó con el apoyo de la coleccionista de cerámica María Teresa Pelauzzi, que le presentó al director del Museo de Cerámica de Barcelona, quien adquirió una de sus piezas.
A su vuelta a Galicia, en el año 1982, contactó con ceramistas como Caxigueiro, Miguel Vázquez y Emilia Guimeráns, que, ante la falta de formación en este terreno y apoyo institucional, se encontraban en su misma situación. Siguió pendiente del ambiente artístico catalán y aragonés y se esforzó por estar informada del discurrir de María Bofill o Rosa Amorós. También consultaba los premios de cerámica que se fallaban anualmente en Zaragoza.
Una de sus preocupaciones en esta época era reivindicar las prácticas y formas artesanales; dinamizar el mundo que giraba en torno a la cerámica y que tendía a desaparecer. En María Xosé existía ese sentimiento profundo hacia los orígenes y las formas primigenias. En 1984 participó en el I Seminario de Cooperación en Artesanía, y siguió luchando por compaginar el ambiente artístico, considerado demasiado sofisticado, y el artesanal. No concebía el término artista enfrentado al de artesana.
Otra de sus preocupaciones fue la de crear un colectivo capaz de activar la situación de desamparo en la que se encontraba el noroeste peninsular. Parte de esta labor la desempeñó como fundadora de diversos colectivos cerámicos y plásticos, como el Colectivo Remol de Cerámica Creativa, con una vocación claramente plástica, del que también formaron parte Caxigueiro, Xavier Cuíñas y Otero Regal. Juntos expusieron en la Sala de la Diputación de Lugo. Posteriormente, colaboró con el Grupo Nome del que formó parte como única ceramista. Este colectivo, nacido en Santiago de Compostela, se presentó en público en Pontevedra, en 1986. Otros de sus miembros fueron Morquecho, Xan Pardiñas, Lamela, Bibián y Quintana Martelo. Poco a poco se fue alejando de la cerámica utilitaria y del mundo artesanal. Pasó un año inactiva y después comenzó a dibujar de nuevo. A partir de los años noventa aumenta el comisariado de exposiciones, lo que supuso un acicate para seguir investigando y descubriendo nuevas posibilidades.
Realizó su primera exposición en la Sala Capitular del Monasterio de San Cugat (Barcelona) en el año 1980. Sus primeras obras se fundamentan en trazos y tramas que se superponen en capas, formando un compendio de formas vegetales muy ampliadas. Para realizar su trabajo, emplea lápices de diferentes durezas, colores pastel y medios tonos conseguidos mediante transparencias y superposiciones.
A partir de aquí, abandona el dibujo y se introduce en la elaboración de la cerámica en la que predomina una concepción artesanal y funcional de los objetos. En 1983 expuso en el Aula de cultura de la Caja de Ahorros de Santiago de Compostela, en una muestra donde los dibujos comparten espacio con sus primeras obras en cerámica, caracterizadas por formas geométricas acentuadas, superposiciones, transparencias y el empleo de la escala de grises y blancos. En el mismo año realizó su primera exposición en Madrid, en la Librería de Mujeres, donde solo mostró obras de cerámica. Ahora sus piezas tienden a individualizarse (con un pedestal único para cada una de ellas) en formas vegetales y animales y motivos geométricos seriados.
Las siguientes dos exposiciones fueron compartidas con Antonio Outeriño y Xavier Cuíñas. En 1988, el Colectivo de Cerámica Creativa Remol realizó la exposición «Tendencias: cerámica galega actual», en Santiago de Compostela y en A Coruña. A finales de los años ochenta, las obras adquieren un mayor tamaño y prescinde del valor utilitario, centrándose en los componentes estéticos. Con el Grupo Nome buscó la máxima expresividad de los materiales (piedras, telas metálicas o conchas marinas) y realizó huacos precolombinos y cerámica utilitaria, como continuación de sus trabajos anteriores. No obstante, también experimentó con piezas, más innovadoras, de formas poliédricas de aristas vivas y bocas rotas.
El próximo paso hacia la independencia escultórica fue la incursión de materiales como la piedra, el plomo y la madera, que integra a la cerámica. Según ella, «esto ya se podía considerar escultura». A partir de los años noventa, fusionó diferentes materiales y, abandonando totalmente la producción de objetos de carácter utilitario, creó estructuras esquemáticas de aspecto totémico y primitivo. En el año 1991 entró en crisis: «Retomé los dibujos primeros que hice en Barcelona. Las fibras de las palmeras, las tramas, y la superposición de planos. Efecto espacial». Además, descubrió dos nuevos materiales: el cáñamo y el látex. Mantuvo el proceso artesanal, contraponiendo el mundo natural a la frialdad geométrica del material industrial. Era lo contrario a la cerámica: conseguía piezas de gran tamaño pero muy aéreas. En esta etapa la luz se vuelve fundamental.
Fue seleccionada para la EXPO’92 de nuevos valores, para «Nomes propios: imaxes do desexo» en el Museo do Pobo Galego y para la III Mostra Unión Fenosa. Como continuación de los procesos experimentados con anterioridad, la intervención en el espacio se volvió fundamental. Comenzó una colaboración activa con las instituciones, realizando obras para diversas muestras: «Trazos e camiños», «Mar de fondo» en San Martiño Pinario, «A Arte inexistente. As artistas galegas do século xx», etcétera. En el año 1996 realizó una exposición individual en la Galería Pardo Bazán en la que presentó la serie «Cajas de luz», donde no solo establecía un diálogo con el espacio, sino que creaba uno propio, relleno de pequeños fetiches de origen natural. Al año siguiente, incluyó el plástico en la línea de los contenedores y las cajas de luz. Tras la experiencia de pequeño formato amplió la escala de sus piezas. Junto a Christian Villamide participó en el III Foro Atlántico de Arte Contemporánea en 1997 y recibió el premio de la Asociación de críticos de Arte de Galicia con «Perdurables».
A partir de 1999 comenzó a suprimir los materiales de origen natural por otros más fríos. Se concentró en la investigación espacial y descubrió el interior de sus obras. Sus obras forman parte de las colecciones del Museo de Cerámica de Barcelona, Xunta de Galicia, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (Santiago de Compostela), Concello de Santiago (Teatro Principal).