Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos (Valencia). Comenzó su carrera en 1964 realizando dibujos y pinturas sobre papel. En 1968 realizó relieves en goma y plástico, y en 1972 se decanta definitivamente por la escultura. No obstante, sus inicios en el ámbito de la pintura dejaron huella en su producción, especialmente en los relieves de pared. Su trabajo se encamina hacia las instalaciones y montajes, a modo de paisajes escultóricos, aunque en la década de los setenta alterna los montajes con esculturas autónomas, más tradicionales.
En 1980 expone por primera vez en Nueva York. En esta década experimenta con nuevas manifestaciones artísticas y realiza las escenografías para las obras teatrales Vente a Sinapia, de Fernando Savater, y Absalón, de Calderón de la Barca, ambas en el Teatro Nacional de Madrid. En 1984 se inauguró en una plaza pública de Valencia una fuente de veintitrés metros que conmemora la traída de aguas potables desde el río Júcar a la ciudad, pero nunca abandonó los montajes, uno de los cuales, La Ciudad, se expuso en Grasz (Austria), Madrid y Londres.
La obra de Navarro se caracteriza por los volúmenes geométricos de tipo arquitectónico que hacen del artista un «constructor» más que un escultor. Las estructuras básicas son el cubo, la esfera y el rectángulo, con los que reconstruye formas inspiradas en las arquitecturas industriales, enclaves arqueológicos y elementos típicos del paisaje levantino. Sus piezas se reúnen en conjuntos de vocación urbanística en los que los ejes principales y la diferenciación jerárquica de sus edificios marcan la pauta. Para estas creaciones el artista toma, como referencia principal, la cultura mediterránea primitiva, que se puede traslucir en ecos remotos del pasado de Mesopotamia, Egipto, las ciudades ideales de la Antigüedad Clásica o incluso en los paisajes metafísicos de las arquitecturas mudas de Giorgio de Chirico. Al igual que el metafísico italiano, la intención de Navarro es tanto mostrar la imagen de objetos que existen en el mundo real como crear unos signos vitales que muestren la estructura de las cosas, manifestando su orden, armonía y permanencia, y volviéndose universales. De ahí que los objetos que reproduce presenten una imagen tan depurada.
La influencia del constructivismo ruso y de la obra de Julio González es también perceptible en sus obras de la última década. Sus «ciudades», que desarrolla desde 1972, son instalaciones complejas, realizadas con múltiples piezas de materiales cerámicos, principalmente barro, materia llena de connotaciones culturales y de fácil maleabilidad. El refractario, el zinc, el plomo, la madera, el yeso o el mármol son también extensamente empleados por Navarro. Como señaló Garrido Moreno, el empleo del hierro fue especialmente importante para la evolución de su obra, permitiéndole canalizar la concepción arquitectónica de sus ciudades en formas geométricas simples, perdiendo parte de su carácter anecdótico y volviéndose más esquemáticas y esenciales. En estas ciudades acostumbra a destacar un elemento vertical que, con el tiempo, se ha ido independizando hasta construir una pieza aislada.
Su carrera está plagada de éxitos: destacan el Premio Nacional de Artes Plásticas, obtenido en 1986, el Premio Alfons Roig (Diputación de Valencia, 1987), el Premio CEOE a las Artes (1990) o el Premio Nacional de la Asociación de Críticos de Arte (AECA) ARCO´95.