Pilar Álvarez Pablos

Pontevedra, 1967

Tras estudiar Bellas Artes en Barcelona, en 1990 empezó a exponer con regularidad en concursos para jóvenes artistas, como Novos Valores (Pontevedra 1987-90-95) y en la VII Bienal de Barcelona (Barcelona, 1990). Participa también en importantes colectivas como «Trazos e camiños» (Plan Cultural  Xacobeo’93, Xunta de Galicia), II y IV Mostra Unión Fenosa (A Coruña 1991-95) y en la IV Bienal de Artistas Galegas (Casa das Artes, Vigo, 1994). En 1995 realizó su primera exposición individual en la Galería Abel Lepina de Vigo.

Pilar Álvarez Pablos rescata imágenes de distinta procedencia (tebeos, cuentos, revistas antiguas, etc.), normalmente de influencia pop, y las utiliza para la elaboración y posterior transmisión de un mensaje, siempre cercano a referencias autobiográficas o alusivas a la condición de la mujer. En sus obras equilibra las composiciones mediante el diálogo entre opuestos. Contrapone el control de los elementos y la valoración de los accidentes y casualidades, el barroquismo acumulativo y el deseo de claridad y contundencia, el humor y el temor, visto desde una latente sensación de oscura amenaza.

Emplea símbolos sobre los que coloca las transferencias a modo de manchas chorreantes, formas geométricas o frases con las que titula las composiciones, impidiendo la visión nítida de la composición y creando pantallas que se van superponiendo y sobrecargando de información.

Otras veces, la frase de un anuncio publicitario es el recurso para potenciar el concepto, por encima de lo figurativo. Fragmentos de textos de las páginas de economía de un periódico le suelen servir para dar «apasionantes» títulos a sus obras.

Siguiendo impulsos más intimistas, se aproxima a la poesía, un sentimiento profundo con el que la artista identifica su obra. Cada cuadro es un mensajero, cuya capacidad de convicción radica en esa fuente de inspiración, íntima e intemporal que paulatinamente se carga de contenido poético.

Controla el espacio pictórico desde un apropiacionismo de imágenes cuyo valor plástico, siempre distante del sentido clásico de la pintura, cede todo su significado a la intención que las impone: la insatisfacción y el deseo,  la decepción y el impulso ilusionado, lo próximo y lo lejano, imágenes de comportamientos y la ética de nuestro tiempo. La pintura adopta una actitud de alerta ante pinturas vitales que asumimos sin llegar a comprender del todo.

A finales de los años noventa, Pilar Álvarez Pablos se planteó que quizás la vida del ser humano no fuese más que un incontenible deseo de explicarse convincentemente el extraño fenómeno del paso del tiempo. En este sentido, hay una producción de cuadros que nos hablan de la duda, en su sentido más shakesperiano. Sobre ese tiempo  inevitable, ella coloca los símbolos que preocupan o satisfacen su vida; los selecciona siguiendo misteriosas órdenes que parten de los adversos desengaños o de incomprensibles anhelos.