Vinculado a la tradición costumbrista, Valentín de Zuiaburre realiza este bodegón con un corte muy clásico. Si bien la atención se centra fundamentalmente en los objetos que ocupan el primer plano, hay que tener en cuenta también la cuidada ambientación. La escena viene introducida por un cortinón rojo que cae hacia el lado izquierdo de la mesa, pero atraviesa toda la parte inferior del lienzo pasando por debajo de los objetos representados. Entre estos destacan dos jarrones, así como tres pequeñas jarras y algunos huevos, completado por una serie de elementos vegetales. Todos los elementos que aparecen representados vinculan la escena bastante regia, como podemos derivar de la decoración del jarrón blanco de mayor tamaño, protagonista indiscutible de la composición. Éste cuenta con una cuidada policromía en la que dos leones sostienen un escudo. Cabe destacar también el fondo de la pieza, ya que nos encontramos con un paisaje montañoso bastante oscuro, lo que sumado al tipo de vegetación que encontramos en la pieza (hojas secas y camelias) nos hace pensar que nos encontramos ante un bodegón otoñal.