El singular estilo de Prego de Oliver se plasma en este lienzo en el que distinguimos dos caballos en un paisaje casi desértico. El artista apenas se detiene a la hora de plasmar el paisaje, que consiste apenas en unos pequeños montículos cubiertos parcialmente por hierba, con alguna roca. Destaca la aplicación del color, que se hace de forma rápida, como queriendo captar la luz y el color de ese momento en concreto.