María Antonia Dans refleja en este cuadro un paisaje urbano, poblado por figuras que acuden al kiosko, eje central de la composición. El color se muestra en una gran variedad cromática donde prevalece el amarillo. La obra recuerda al postcubismo, disciplina con la que experimenta a mediados de los 50, en la ejecución de los edificios. La técnica utilizada es el óleo, con el que vuelve a pintar a finales de los 60 después de abandonarlo en 1962. Los críticos la sitúan dentro del fauvismo, ya que los trazos son gruesos y nítidos, carentes de profundidad, dando Dans dota de un aspecto plano a sus composiciones que en parte la alejan de este movimiento.