A excepción de un breve periodo en que se ve influenciado por el informalismo, mantiene una tendencia independiente respecto a las sucesivas modas que regularon la escena artística española. Teniendo como referentes a pintores como Braque, Pancho Cossío y especialmente a Solana, sumerge su pintura dentro de un expresionismo esquemático que roza los límites de la abstracción, planteando una búsqueda personal de lo esencial. En esta obra retrata, desde un punto de vista posterior, a un camionero mientras conduce. El hombre es una sombra indefinida sobre un fondo neutralizado. En esta pintura, que tiende a la bidimensionalidad, hay una esquematización de masas y planos. El intento de crear profundidad se logra a partir del tratamiento de la luz, contrastando la oscuridad del primer plano con la luminosidad del horizonte del lienzo. Baje el gris generalizado y el negro subyace una capa cobriza que aflora ocasionalmente. Los colores utilizados remiten a la tradición realista de ocres y tierras. La figura se perfila en negro, como si fuese un cloissoné, considerando la valoración estética de la textura del cuadro, marcada por la empastada pincelada. Para sus obras Grandío emplea prototipos que toma de su entorno, hombres en su trabajo cotidiano, pero que a través de su poética de brumas y abstracciones, propulsa a un espacio intangible y oculto en imágenes que a menudo esconden un tinte de denuncia o crítica.